La infancia y la belleza van de la mano
Para Vitorio, Antonio, Alfonso, Jaime, Andrés, Luis y Clemente, todo empieza con una petición: “Piensen en el recuerdo más bello de su infancia”. Ellos son tan solo algunas de las más de 600 voces que pertenecen a la Asociación Hogar del Pensionista. En esta ocasión se prestan a compartir sus memorias, paseándose por las experiencias vividas en Villarejo de Salvanés, el espacio donde crecieron. Cada uno, en su asiento, se toma unos minutos para responder, y en seguida saltan los recuerdos más profundos.
Volver a la niñez significa atajar la sucesión de imágenes que los bombardean: desde comer junto a las gallinas y las cabras que estaban en las casas, jugar con los amigos al rescate, cara o cruz (o el inglés), la chita, los güitos, las tabas, entre otros, en los alrededores de “La cruz de lo caídos”; juntarse en las horas del recreo para cometer alguna que otra travesura que mereciera unos cuantos regaños o “pescozones” o disfrutar con las muchachas de la película favorita en el cine por una peseta. La infancia, además, es pensar en la amistad.
Volver a la niñez también conlleva a experimentar la extrañeza propia del pequeño que le preguntaba a su madre dónde estaba el padre, a qué hora regresaría, por qué camino vendría y esperarlo, en la carretera, hasta que volviera; o la nostalgia por recordar los largos paseos en el verano junto a su abuelo, desde Villarejo a Perales, desde Perales a Morata, como si el tiempo en realidad fuese eterno.
Las marcas, las huellas, que deja el transcurrir de los años, son visibles en sus rostros, en sus manos, en sus miradas. Algunos, incluso, enseñan la cicatriz que dejó una piedra que cayó en una zona del cuerpo equivocada cuando jugaban a las pedreas los del barrio alto contra los del barrio nuevo. Villarejo de Salvanés, como ellos, tampoco ha quedado exento de sus estragos: es cuestión del pasado tocar la campana de la iglesia “en arrebato” para pedir ayuda o salir a tomar “el fresco” frente a las casas cuando llega la época del verano.
Para Vitorio, Antonio, Alfonso, Jaime, Andrés, Luis y Clemente, una pregunta que invita a visitar, con la mente, : “¿Qué es lo primero que se les viene a la mente cuando piensan en la palabra belleza?”. A partir de este momento, cada uno saca a flote los conceptos armados según sus propios esquemas. Estos hombres, que desde pequeños convivieron en torno al campo, ofrecen una perspectiva que refleja su intimismo y arraigo con el entorno.
Pensar en la belleza es reconocerla en el interior de las personas, especialmente, la que reina dentro de la gente buena. Sin embargo, aquella que se puede contemplar o palpar, radica, para todos, en el paisaje de su pueblo, ese paisaje variopinto engalanado desde siempre con el imponente castillo: entre las cosas más bellas que atesoran está el regresar a Villarejo de cualquier lugar y divisar, desde la carretera, lo primero que se asomaba: la torre, como la certeza de estar en casa.
Pensar en la belleza es, aunque resulte difícil conjugarla o definirla, “cualquier cosa que a tus ojos sea maravilloso”. Unos, por ejemplo, la relacionan con un borrico, un conejo, un toro o un caballo; otros, en un sentido más amplio, la asocian con la naturaleza y los caminos verdes, los montes y las cañadas que recorrían desde niños y que todavía están presentes en la memoria. Igualmente, una foto de los hijos montando a caballo o el recuerdo de las expediciones emprendidas en verano para buscar nidos de urraca o el empeño en subir a las moreras a coger moras. ¿Y en la amistad? ¿Allí también hay belleza? “Los amigos de la infancia no se olvidan”.
Para Vitorio, Antonio, Alfonso, Jaime, Andrés, Luis y Clemente, el encuentro de esta tarde es un camino emprendido con cierta melancolía: los bailes y las fiestas de la juventud; las escapadas cuando eran mocetes por el camino de San José; el compartir con toda la familia a la hora de la comida en “las mesas camillas”; las visitas de casa en casa, tocando la pandereta, en la noche de Navidad; la época en la que todos los vecinos hablaban con todos. Ellos, aunque saben que cada tiempo es distinto, no pueden evitar echar de menos el pasado de Villarejo de Salvanés que evocan en medio de la nostalgia.