El papel de esparto: un homenaje a las manos anónimas

Hace medio siglo el Esparto (Stipa tenacissima) se ha utilizado en la fabricación de papel. Recientemente, algunas personas apasionadas de esta fibra natural, emprendieron esta misma tarea para resignificar el valor que posee, y desde Blanca y Cieza, contactaron con el Museo del Molino de Papel de Capellades, a 60 kilómetros de Barcelona, para ponerse manos a la obra. Al hilo de #HabitarElEsparto, en Al Fresco Museos Efímeros contactamos con uno de los protagonistas de esta aventura.

Aunque prefiere que no revelemos su nombre, compartió la experiencia del proceso de elaboración del papel de esparto, que nació del interés por la investigación de diversos artesanos de Blanca, en especial de las mujeres, y descubrieron cómo este material significó una parte importante en las exportaciones de España, pues desde Albacete, Murcia, Almería, se surtía a la industria papelera británica.

Con el objetivo de realizar un trabajo artesanal, la artista y curadora Luce Choules, se involucró en el proyecto, y a la directora del Museo en Capellades, Victoria Rabal, le propusieron la idea, la cual le interesó porque en ese espacio nunca habían elaborado papel de esparto. Así, nuestro personaje anónimo, cargó 22 kilos de esparto cocido y picado en su furgoneta, lo lavaron a mano durante una semana, y se enrumbaron hacia esa región donde se resguarda la tradición papelera. Al llegar, todo el equipo del Museo se involucró en el proceso, del que se obtuvieron 15 hojas de 70 centímetros x un metro, que era el tamaño más grande que se podía hacer con la prensa que tienen en el lugar; además salieron unas 150 hojas A3 y una hoja de gran formato (casi dos metros) que sirvió como lienzo para el pintor murciano Pedro Cano, quien realizó una obra de arte sobre ella.
Foto realizada por Antonio Balsalobre y publicada en "La Opinión de Murcia"
Pero, para obtener todo este papel, antes tuvieron que seguir unos cuantos pasos, que van desde la recogida del esparto, un homenaje a esas manos anónimas que arrancan la hierba de la tierra, pues aunque en los 60’s se intentó mecanizar no funcionó: la recolección sigue siendo manual. Luego, es el turno del curado, que consiste en tenderlo en la tierra para que el sol lo seque, meterlo en una balsa de agua durante 40 días, que es lo que se llama el cocido, y así proceder a picarlo. En Capellades, lo primero que hicieron fue cortarlo en trocitos de tres y cuatro centímetros, en un total de trece mil cortes. Después, el esparto se aclara en un proceso de cocción durante un par de horas, y se vuelve a aclarar para que no quede jabonoso. Es entonces cuando se traslada a una máquina que se llama pila holandesa, utilizada para la elaboración del papel, y es la que extrae la fibra del esparto, que se convierte en la llamada pasta alfa o pasta del papel. La magia continúa introduciendo esta pasta en una cuba de agua, que se remueve de manera constante, hasta que con unos bastidores se cubre la superficie de la pulpa, se extienden sobre un papel secante y se van intercalando las hojas, que luego se pasan a la prensa y se suben a secar, es decir, un procedimiento manual.
Cuenta que mientras se dedicaron a esta labor nació la idea de inaugurar una exposición que juntara no solo el papel como obra de arte, sino propuestas de otros artistas, así como un espacio para conferencias, talleres y simposios, que llevaron a cabo en la sede. Es decir, el esparto, reconocido por quienes trabajan con él como una fibra dura y difícil, se convierte, también, en un soporte sutil para el arte.
«No teníamos idea de lo que nos iba a salir, pero en ese momento pensaba que lo que estábamos haciendo era empapelar la luz del sol del sur. De hecho, todas las acciones artísticas que nacieron a raíz de allí, como por ejemplo, la exposición Esparto: nuevo territorio, buscaban la parte más poética del esparto». Explica que se trata de “darle la vuelta” a un trabajo rudimentario y otorgarle un carácter de sutileza, que en realidad es lo que hace posible el contraste. Una curiosidad que destaca es que cuando se elaboraron todas las hojas de papel, y quedaba muy poca pulpa, la aprovecharon para hacer un un papel muy finito que servía para la papiroflexia, y allí nació la idea de “la vuelta al origen”, pues con este papel construyeron unas mariposas que se enhebran a los tallos, como una muestra de agradecimiento a la planta por todo lo que habían podido hacer en esas jornadas, en las que las personas sólo eran movidas por la pasión por la cultura del esparto.