Encuentro con el artesano Javier Sánchez Medina: un cruce entre tradición y presente del esparto

Una de las cuestiones más importantes en torno a la cultura del esparto, manifestación del Patrimonio Cultural Inmaterial de España, es la transmisión de las técnicas y saberes de una generación a otra. Además, otro hecho importante es que actualmente son los mayores quienes conservan estos conocimientos, por lo que cada vez es más necesario propiciar encuentros en los que los mismos se divulguen para que no se pierdan.

Partiendo de esta idea, en el camino de las residencias artísticas #HabitarElEsparto, donde hemos investigado y explorado con intensidad, resultaba inevitable toparnos con el artesano Javier Sánchez Medina, quien en los últimos cinco años se ha convertido en una referencia del trabajo con las fibras naturales, entre las que se encuentran el mimbre, el bambú, y por supuesto, el esparto. Por ello, Al Fresco y el corro espartero Las caracitanas de Charlie, nos juntamos para visitar su taller, ubicado en pleno barrio de Malasaña.

Justo en una de las esquinas de la calle El Escorial está ubicado este espacio que alberga el cruce ineludible entre modernidad y tradición. En las paredes cuelgan los denominados “trofeos ecológicos”, elaborados con esparto, y en los estantes llamativas piezas de distintos de materiales y orígenes. En el fondo está el mostrador donde reposan las herramientas necesarias para la labor: tijeras, cuerdas, martillos, espátulas, y donde durante esta mañana nos recibe su hermano Lauren, quien desde hace algún tiempo también forma parte de este proyecto y, con entusiasmo, empieza a contarnos varias historias que nos transportan.  

Así, nos muestra una de las formas más populares del esparto: la pleita, esa popular trenza que puede ser tejida de diferentes tamaños. La que nos enseña, precisamente, es de doce centímetros de ancho y nos explica que es común se que utilice en las labores artesanales de los quesos curados. Luego, señalando las cabezas de toro o buey hechas en esparto, cuenta que todo esto es un trabajo artesanal en el que participan además de ellos dos, su padre, encargado de elaborar las carcasas, donde van los cuernos y orejas. “Aunque hay varios sitios donde se pueden encontrar, no están igual de trabajadas que estas. Nosotros vamos buscando la perfección y todo esto nace de ir haciendo pruebas cada día”.

En tanto, nuestros ojos y manos curiosas escudriñan y palpan sus palabras que resuenan en cada objeto de la sala. Entonces, Javier Sánchez Medina se une a la conversación, en el que se juntan las visiones y experiencias del pasado y el presente, representado por estas personas que llevan gran parte de su vida “enredando” con el esparto y que vienen desde Perales de Tajuña para conocer a este popular artesano que para ellos es un personaje de inspiración… A partir de aquí, él comparte su historia.


Los trofeos ecológicos son, prácticamente, su sello de identidad. No es casualidad que bautizara las cabezas de animales de esta manera. Primero, la intención de elaborarlas, viene de hacer algo que contase quién es y de dónde viene. Él, oriundo de Extremadura, específicamente de Badajoz, considera que este producto forma parte intrínseca de su persona. Luego, está el propósito de utilizar la imagen del trofeo como una especie de contraposición con lo que generalmente se guarda en las casas aficionadas a estos objetos: ofrece una alternativa ecológica, una especie de guiño, que no hace daño a ningún animal.

Pero antes de dedicarse a estas creaciones, Javier Sánchez Medina empezó con espejos hechos con mimbre y bambú, que son un reflejo de los recuerdos de su infancia. “En la casa de mis abuelos estaban este tipo de espejos, y quise darles un giro, adaptándolos a estos tiempos, dándoles una visión más actual en el área de la decoración. A partir de ahí, conocí diferentes fibras naturales, y fue como llegué al esparto, el trofeo del toro, y más adelante otros animales. Mi idea es utilizar las técnicas antiguas, respetando el trabajo como se ha hecho siempre, pero ofreciendo algo más de innovación”.


Aunque considera que es un autodidacta, la pasión por la artesanía encuentra origen en la niñez, pues en su memoria permanece la imagen de su abuelo trabajando con la pleita en el patio, haciendo las bases de enea. Era un
hobbie, pero aprendió la técnica jugando con él, de manera inconsciente. Poco a poco, se fue formando por su cuenta y más adelante con la restauradora Marisa del Real incursionó en el trabajo con la madera hasta que optó por las fibras naturales, cautivado por todas las posibilidades que ofrecen.

 

“Muchas veces me preguntan cuál es mi referente. Si viajas, es conocer al señor del pueblo que lleva años desarrollando una técnica y conoce profundamente el material, que después uno puede trasladar a donde quiera. Por eso creo que es importante y necesario que se recuperen para devolverles el valor que tienen. Como artesano, creo que mi búsqueda consiste en crear cosas que cuenten algo de mí, que transmitan una historia y que sean una forma de rescatar este tipos de oficios que están perdiéndose”.

El esparto, utilizado en el sur como material de persianas o de utensilios para el trabajo en el campo, es una alternativa en el sector del diseño, de la moda, de la arquitectura, de acuerdo a sus nuevos usos que aún están por explorar. En tiempos de posguerra fue un recurso importante para la supervivencia de los habitantes de estos pueblos, pero fue desbancado por el plástico. Hoy, que el daño que ocasiona está en boca de todos, volver a lo natural es la opción. En ese sentido, Javier Sánchez Medina, aporta una mirada más artística. Es justamente lo que en esta ocasión transmite a los integrantes del corro de esparto: la clave es ser minuciosos y buscar, siempre, la perfección. Es importante mantener el interés por aprender y conservar, pero no queremos que la cultura del esparto consista sólo en repetir algo que se está perdiendo, sino adaptarlo a diferentes usos.
“Todavía me sorprenden muchas cosas que siguen pasando”, dice refiriéndose al boom de sus obras, especialmente, en el exterior. “Pero una de las cosas que más me motivan es que vengan los mayores o que los artesanos me escriban y me digan que le estás dando esperanzas para seguir en ello, porque la artesanía es un oficio difícil. Al principio trabajaba un montón desde casa, hasta que empecé a posicionarme y creció el interés por lo que hago, y hubo necesidad de apostar por esto. Fue una decisión complicada, pero finalmente estoy viviendo de ello. Junto a mi padre y mi hermano llevamos adelante este proyecto que, sin dudas, seguirá creciendo”. Al salir de allí, de ese espacio que es como su hogar, salimos convencidas, de que el esparto, como manifestación cultural inmaterial, es vivo, y hay que continuar trabajando porque siga encontrando su sitio en la actualidad.