El reto de transmitir la cultura del esparto a los más jóvenes
Pascal Janin es autor del Plan de Salvaguarda de la Cultura del Esparto. Involucrado desde hace más de una década en una investigación que nace del descubrimiento de una materia que no solo forma parte de una tradición artesanal u ornamental, sino que representó la actividad socioeconómica más importante en la década de los 60 en las regiones esparteras de España.
A propósito de este proyecto y las actividades que se realizan para incentivar que las nuevas generaciones vuelvan su mirada a este oficio, quisimos conversar con él para conocer de cerca qué lo movió a entregarse a esta lucha reivindicativa.
Aunque desde el principio deja claro que es francés y que en su niñez o adolescencia nunca vivió en España, ni en latitudes donde creciera el esparto, explica que la sensibilidad hacia la naturaleza por haberse criado en medio de paisajes frondosos y con grandes árboles, siempre estuvo presente en él, intensificándose en el acercamiento a los paisajes desérticos que vivió a través de películas de vaqueros y sus emocionantes viajes a Marruecos y Turquía, donde descubrió otro tipo de paisaje interpuesto entre el desierto y los bosques.
“Son los paisajes áridos y esteparios que descubrí aquí en España, de los cuales me enamoré y empecé a entender cómo se conformaban estos ecosistemas. En ese proceso, poco a poco me di cuenta de que el esparto era una fibra absolutamente necesaria y, por ello, sentí que debía hacer algo con estas plantas y con estas comunidades para que no se perdieran los saberes, pero sobre todo para proteger el Medio Ambiente. Por eso, con el fin de preservarlo, me parecía prioritario promover una operación de salvaguarda de la cultura del esparto”, cuenta.
Hablar acerca de la importancia del esparto en España es definirla con la palabra “tremenda” desde tiempos remotos. Una hipótesis plantea que la atocha, tal y como se le conoce en nuestros días, podría ser el resultado de un proceso de domesticación, que dio lugar a la mejora de una especie, a partir del neolítico,
Por otro lado, la certeza de que en épocas romanas las flotas de guerra más importantes del Mediterráneo venían a buscar esparto en los campos espartanos de Cartagena, incrementando el comercio internacional. En el siglo XVII, su utilización fue protagonista en la construcción de las casas, con cintas kilométricas de esparto que sujetaban columnas. Más tarde, justo después de la Guerra Civil, los sacos se fabricaban con el esparto y la artesanía empezó a formar parte vida de la producción nacional.
En definitiva, el esparto cobró una importancia fundamental entre la población, así como en la configuración de las identidades, que Janin describe como un acontecimiento complejo en fases. “Estas comunidades necesitaban del esparto para solventar sus necesidades cotidianas: cuando se te rompía el lavabo de la cocina, tenías que repararlo con tus propios medios y la gente usaba lo que tenía alrededor: tierra, barro, yeso y, por supuesto, esparto. De ahí pasa a comunidades que van utilizando el esparto por negocio, para ganarse el pan, desde artesanos a industriales, en un comercio del esparto que arranca en fechas de la historia antigua. Luego, nos encontramos con nuevas comunidades esparteras que giran en torno al ocio, empieza a haber gente que trenza el esparto por puro placer”, relata.
Transmisión intergeneracional de los saberes del esparto
Este breve recuento del pasado, inevitablemente hace trasladarnos al presente y, en consecuencia, al futuro. Precisamente la preocupación por la transmisión de estos oficios a las nuevas generaciones, es lo que impulsa este Plan de Salvaguarda de la Cultura del Esparto, liderado por Janin, a pesar de las dificultades que siempre son las mismas: la financiación, que depende del dinero que pueda invertir el Estado. A pesar de ello, destaca que han conseguido un apoyo importante por parte de la administración, pues se ha hecho eco de esta “alarma”, consciente de que había que hacer algo.
“Entonces se han podido contratar expertos para hacer estudios y así construir este plan que es una posibilidad de abrir puertas, que por otro lado sería complicado de abrir en un territorio tan grande. El primer paso era que se reconociera como representación del patrimonio cultural internacional, y en esa dinámica estamos montando eventos. Entre ellos, por tercer año consecutivo, realizamos el Encuentro Nacional sobre la Cultura del Esparto, en el Museo del Esparto (Cieza, Murcia)”.
Esta iniciativa pretende alcanzar a los más jóvenes, no solo en el mundo rural, sino aquellos que viven en las ciudades porque son mayoría. “Te diría que es lo fundamental. Cuando estamos hablando de una cultura en vías de extinción tenemos que pensar en transmitir los saberes de forma intergeneracional. El gran reto que nos planteamos es hacia los más jóvenes. Nos interesa el perfil del joven urbano y contemporáneo, pues ahora mismo en el mundo rural emplean otros materiales para solucionar sus problemas”, apunta.
“El mundo rural no es el abuelito que va a recuperar tres tomates en su huertos, sino empresas que compran centenares de tierras y utilizan abonos químicos para producir cien mil lechugas en tres segundos. Este mundo rural que es el real, el de hoy, está alejado de la cultura del esparto y hay que darlo por perdido. Existe, es cierto, una pequeña parte del mundo rural que se ha respondido y en las pequeñas fincas, por ejemplo, algunas personas utilizan el esparto en sustitución del plástico porque saben que no contamina la tierra”.
La aplicación del esparto en la vida
Una de las claves de este Plan de Salvaguarda es acercar la actividad del esparto a la vida diaria de las personas, para que realmente la apliquen, más allá de decir: ¡Mira qué importante es! ¿Cómo conjugar el rescate institucional que suele moverse en una línea teórica y de exhibición para que las nuevas generaciones la incorporen en su cotidianidad?
Ciertamente, cada realidad es distinta; pero enfocándonos en aquellos pueblos que conservan la tradición espartera, Janin plantea algunas formas. La principal, asegura, es necesaria a nivel educativo. Es decir, que la propia escuela se involucre en comunicar a los alumnos que viven en zonas esparteras los valores de esta cultura, sobre todo haciéndoles trabajar sobre el patrimonio que representa, pues hay cosas muy sencillas que se pueden impulsar desde un aula.
“Ustedes han estado en Villarejo de Salvanés, y han visto cómo se han localizado distintas industrias esparteras de hace 30 o 40 años. Eso es fácil de impulsar desde la escuela, proponiendo que el profesor invite a los niños a trabajar sobre este tema y que luego hicieran encuestas en sus entornos próximos, moviendo la curiosidad de los jóvenes, haciéndoles tomar conciencia de lo efímero que puede ser una actividad y que no por ello le resten valor”, manifiesta.
Por otro lado, para Janin, el arte es una posibilidad, una herramienta, un medio, contemplado dentro de este plan porque “comunica a muy altos niveles los valores de esta cultura”. En ese sentido, es importante que los artistas contemporáneos sean un cauce, que aboguen por ella, que se interesen por ella, en procesos de participación ciudadana. “Hay que ir mucho más allá. Involucrar a la ciudadanía en el desarrollo de este plan”.
Retomando la idea de Villarejo de Salvanés, municipio que resguarda los saberes y los conocimientos teóricos y prácticos del esparto, pero donde también se teme que la actividad desaparezca porque no está pasando a las nuevas generaciones, Janin insiste que la clave es unir a todos los agentes en un proceso donde los mayores entreguen este contenido a los más jóvenes, a través de actividades que resulten atractivas para ellos, que trasciendan a la vida. Sin embargo, considera que es importante ver todo el planteamiento desde un escenario global. “Hay otros lugares donde se ha avanzado y dado respuestas interesantes con respecto a la transmisión intergeneracional de los conocimientos. Además, saber que el esparto es un patrimonio común entre España, Argelia, Marruecos y Túnez, y también hay que ver cómo se mueven las comunidades en aquellos países, para tomarlos como referencia. En suelos marroquíes es distinta la realidad espartera a la de los suelos de España. Es cierto que es difícil y preocupante pero no hay que desanimarse porque también hay posibilidades de ganar la batalla”.